Federico Ruiz
Politólogo
El 1 de diciembre debería ser uno de los días más celebrados en Costa Rica, y sin embargo, pasa casi por completo desapercibido. Propio de un país del que estoy cada vez más convencido, valora más su legado histórico por pura conveniencia coyuntural, que por verdadero sentido de lo propio.
Hace 189 años entró a regir de forma provisional la llamada "primera Constitución Política" de Costa Rica: "el Pacto de Concordia". Es el verdadero primer acto de todo el país demostrando de forma inequívoca su deseo de independencia, tanto de España, como de la Diputación Provincial de León en Nicaragua. El 1 de diciembre de 1821 Costa Rica le grita al mundo que a partir de ese momento, es el propio país el que decidirá de forma unitaria, su futuro. Un proceso que nos resultó muy complicado y que empieza a consolidarse dos años después luego de la Guerra de Ochomogo, cuando republicanos derrotan a monárquicos.
Por la razón anterior es que el suscrito prefiere que se celebre la independencia de Costa Rica el 1 de diciembre. Entiendo que algunos quieran que sea el 29 de octubre, cuando Cartago se separa de España y se adhiere al imperio mexicano. Mi problema con esa fecha es que representa solo el sentir de una parte de Costa Rica (Cartago) y aunque la decisión en sí es independiente de los designios de España, al final resulta una sumisión a otro Estado.
Ahora bien, si celebrar la independencia un 1 de diciembre podría resultar muy etéreo y con poco sabor, el otro gran acontecimiento que deberíamos recordar para esta fecha es la abolición del ejército como institución permanente.
Hace 62 años, don Pepe Figueres de forma visionaria y a pesar de ser el comandante triunfador de una noble revolución, elimina la existencia de las fuerzas armadas. Acto posteriormente reconocido en la Constitución Política de 1949.
Hoy, por la fuerza de las circunstancias, ante la invasión nicaragüense, nos vemos obligados a recordar todos los días que no tenemos ejército, que nuestras armas son la diplomacia y el derecho internacional. Pero muy pocos, tienen conciencia de la fecha que dio inicio a esta cualidad del ser costarricense. No es el 11 de abril cuando nos acordamos de Juan Santamaría, el 25 de julio cuando nos acordamos de la anexión de Guanacaste o el 15 de setiembre cuando celebramos una independencia ajena.
Hace pocos días el Dr. Kevin Casas propuso con mucho tino, que el 1 de diciembre sea declarado "feriado" para realzar el simbolismo de la abolición del ejército. Propuesta tomada a la exdiputada Hilda González quien la presentó a la Asamblea Legislativa hace un tiempo y que ojalá algún diputado actual la acoja.
Ya sea porque un 1 de diciembre promulgamos nuestra primera Constitución Política, o porque se conmemora la abolición del ejército, esta fecha debería estar mucho más presente en el ideario tico. Pero incluso, aunque nuestro Congreso se haga de la vista gorda, un grupo de ciudadanos de forma independiente deberían celebrar esta fecha patria, para que quede constancia de un pueblo agradecido con aquellos que definieron nuestra forma de ser.
Politólogo
El 1 de diciembre debería ser uno de los días más celebrados en Costa Rica, y sin embargo, pasa casi por completo desapercibido. Propio de un país del que estoy cada vez más convencido, valora más su legado histórico por pura conveniencia coyuntural, que por verdadero sentido de lo propio.
Hace 189 años entró a regir de forma provisional la llamada "primera Constitución Política" de Costa Rica: "el Pacto de Concordia". Es el verdadero primer acto de todo el país demostrando de forma inequívoca su deseo de independencia, tanto de España, como de la Diputación Provincial de León en Nicaragua. El 1 de diciembre de 1821 Costa Rica le grita al mundo que a partir de ese momento, es el propio país el que decidirá de forma unitaria, su futuro. Un proceso que nos resultó muy complicado y que empieza a consolidarse dos años después luego de la Guerra de Ochomogo, cuando republicanos derrotan a monárquicos.
Por la razón anterior es que el suscrito prefiere que se celebre la independencia de Costa Rica el 1 de diciembre. Entiendo que algunos quieran que sea el 29 de octubre, cuando Cartago se separa de España y se adhiere al imperio mexicano. Mi problema con esa fecha es que representa solo el sentir de una parte de Costa Rica (Cartago) y aunque la decisión en sí es independiente de los designios de España, al final resulta una sumisión a otro Estado.
Ahora bien, si celebrar la independencia un 1 de diciembre podría resultar muy etéreo y con poco sabor, el otro gran acontecimiento que deberíamos recordar para esta fecha es la abolición del ejército como institución permanente.
Hace 62 años, don Pepe Figueres de forma visionaria y a pesar de ser el comandante triunfador de una noble revolución, elimina la existencia de las fuerzas armadas. Acto posteriormente reconocido en la Constitución Política de 1949.
Hoy, por la fuerza de las circunstancias, ante la invasión nicaragüense, nos vemos obligados a recordar todos los días que no tenemos ejército, que nuestras armas son la diplomacia y el derecho internacional. Pero muy pocos, tienen conciencia de la fecha que dio inicio a esta cualidad del ser costarricense. No es el 11 de abril cuando nos acordamos de Juan Santamaría, el 25 de julio cuando nos acordamos de la anexión de Guanacaste o el 15 de setiembre cuando celebramos una independencia ajena.
Hace pocos días el Dr. Kevin Casas propuso con mucho tino, que el 1 de diciembre sea declarado "feriado" para realzar el simbolismo de la abolición del ejército. Propuesta tomada a la exdiputada Hilda González quien la presentó a la Asamblea Legislativa hace un tiempo y que ojalá algún diputado actual la acoja.
Ya sea porque un 1 de diciembre promulgamos nuestra primera Constitución Política, o porque se conmemora la abolición del ejército, esta fecha debería estar mucho más presente en el ideario tico. Pero incluso, aunque nuestro Congreso se haga de la vista gorda, un grupo de ciudadanos de forma independiente deberían celebrar esta fecha patria, para que quede constancia de un pueblo agradecido con aquellos que definieron nuestra forma de ser.
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