Lo que a continuación podrán leer, son las palabras dadas el 18 de mayo de 1965. por don Francisco Ruiz Fernández, diputado en la Asamblea Legislativa. Esta reproducción la sacó nuevamente don Paco en mayo de 1990 a propósito de la caída del Muro de Berlín.
Parece apropiado sacarlas del baúl de los recuerdos nuevamente y con cierto sentimiento de tristeza de pensar que ahora, si acaso hay dos o tres diputados que se atreven a sostener posiciones de forma tan vehemente, con sentido común y al contrario de las modas dominantes...
Federico Ruiz
Politólogo
Parece apropiado sacarlas del baúl de los recuerdos nuevamente y con cierto sentimiento de tristeza de pensar que ahora, si acaso hay dos o tres diputados que se atreven a sostener posiciones de forma tan vehemente, con sentido común y al contrario de las modas dominantes...
Federico Ruiz
Politólogo
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(...) Esas publicaciones, a raíz de la "conversión" del comunismo en Europa del este, me mueven a reproducir, resumidas, palabras que dije en la Asamblea Legislativa hace 25 años. Las tomo de la crónica de LA NACION del 23 de mayo de 1965. Página 12.
Sin absurdas pretensiones de intelectual ni de político, pero, al cabo, -hombre que vivió su vida-, me satisface hacerlo, pues agradezco infinito Dios permitirme constatar que no andaban divorciados de la verdad, sobre el tema, mi pensamiento sincero y mi actitud definida.
Alajuela, mayo de 1990.
Sin absurdas pretensiones de intelectual ni de político, pero, al cabo, -hombre que vivió su vida-, me satisface hacerlo, pues agradezco infinito Dios permitirme constatar que no andaban divorciados de la verdad, sobre el tema, mi pensamiento sincero y mi actitud definida.
Alajuela, mayo de 1990.
CABOS SUELTOS
Pronunció: Francisco Ruiz
San José, 18 de mayo de 1965
Pronunció: Francisco Ruiz
San José, 18 de mayo de 1965
PALABRAS EN LA ASAMBLEA LEGISLATIVA CON MOTIVO DE UNA MOCION DE CENSURA CONTRA E.E.U.U. POR SU INTERVENCIÓN EN REPÚBLICA DOMINICANA
Señor Presidente y Señores Diputados:
Conocida como es mi posición inquebrantable de oponerme a toda proposición que, como la que hoy discute la Asamblea, se sale abiertamente de los límites de su acci{on propia, invade un campo que no es el suyo y, sobre todo, ocupa las actividades de la Asamblea en asuntos que ningún resultado práctico van a dar, ni dentro ni fuera del país, mi actitud ha sido de silencio durante todos estos largos 22 días en que la Asamblea Legislativa, como si no tuviera otra cosa más útil que hacer, se ha dedicado a calcular, a leer cables y a hacer comentarios, que estarían muy bien en el campo particular de cada uno de nosotros, porque todos somos lilbres de gastar nuestro tiempo según nos plazca y de mantener criterios, buenos o malos, sobre las actuaciones que en resto del mundo suceden. Pero, aquí, sigue siendo una mala práctica, práctica inútil, como se ha hecho evidente, más que nunca, en esta oportunidad.
Han sido veintidós días de la Asamblea ocupados en discutir lo que pasa en República Dominicana, sin tener siquiera, un conocimiento claro de lo que allá ocurre, pues ni los que van ni los que vienen han podido establecerlo, ni los cables que llegan son suficientemente claros;: pero han dado oportunidad para que quienes se sienten en la moda latinoamericana, tan fácil y tan sabrosa, de hablar mal de los Estados Unidos, se hayan dado el gusto de hacerlo, y de hacerlo por todos los poros de su cuerpo y de su conciencia.
Por esos motivos, mi actitud fue simplemente la de limitarme a votar en forma negativa esta moción, así como la anterior y como cualesquiera otras que llegaren a presentarse en el mismo sentido, en cuanto tiendan a aprovecharse del momento para lanzar piedras contra el amigo, para olvidar los beneficios recibidos y para propiciar no sabemos que política en lo internacional.
Las cosas han llegado a un punto en que, más sobre ideas, la discusión ha degenerado al campo personal. Ya aquí, si no se está con la idea de los autores y de los voceros de la moción, se es un ser despreciable y digno de toda clase de insultos. Por ese motivo, creyendo que la Asamblea no debe perder tiempo en estas cosas, me veo, no obstante, obligado a hacer uso de la palabra para no aprobar con mi silencio lo que se ha dicho en ese sentido.
Soy respetuoso absolutamente, desde mi campo liberal, de todas las opiniones de los demás, cualesquiera sean esas opiniones y por más opuestas que estén a las que yo sustento. Por eso he oído, tranquilo y sereno, cuanto se ha expresado, me parezca bien o mal, en la esperanza de que esta discusión terminara y saliéramos de este "impasse" que tanto tiempo ha hecho perder a la Asamblea y tanto dinero al país. Pero no podemos callar cuando se nos insulta, cuando se nos ofende, cuando se nos trata de llevar a una picota, porque no queremos o no podemos pensar como, los que creen tener la razón.
Es necesario, entonces, fijar nuestra posición, porque no tengo paciencia suficiente como para soportar, según se dijo ayer, que por cobardía, por negocios inconfesables con las embajadas extranjeras, o por entreguismo, esté en la posición en que me encuentro, contra la moción que se discute.
El señor Diputado Tattenbach Yglesias, en su exposición de ayer, calificó de cobardes a quienes no pensamos como él en este asunto. Dijo que somos pusilánimes, que es lo mismo. Pusilánimes porque solo vemos peligro comunista en el problema de República Dominicana y no vemos otros problemas que él si ve: como que los Estados Unidos puedan llegar a ocupar, para su beneficio, la América Latina y, puesto que formamos parte de ella, como costarricenses debemos defendernos de ese peligro. Pienso, por el concepto sincero y profundo que tengo de los Estados Unidos que ese país no es capaz de la amenza que teme el señor Tattenbach. Creo que si ha tenido que hacer un acto de violencia, que nadie aplaude, en principio, cuando solo se piensa en los derechos de los pueblos libres, si todavía no se ha podido calificar a conciencia esa actuación, no es justo el cargo de cobardía que se nos hace. En estos momentos en que están de moda ciertas cosas en nuestros países, se necesita de más valor para decir, franca y claramente que se es amigo de los Estados Unidos que para decir que se es amigo de los países socialistas. Se necesita de más valor para decir que se cree en una democracia que tiene a veces, necesidad de actuar en la forma en que sus enemigos la obligan, que para decir, muy fácilmente, que no deben las democracias levantar la mano en defensa de sus derechos y de su propia existencia, porque entonces se está actuando tan mal como los paises socialistas, a los que se combate desde la democracia.
No acepto el cargo de pusilánime por cuanto pienso que no está la Asamblea Legislativa de Costa Rica en el derecho de entrar a calificar, juzgar y condenar a Estados Unidos, por su actuación en República Dominicana. Y no es que acepte y bendiga el que haya habido desembarco de marines de esa República. Como hombre de leyes respeto los pactos y creo que deben hacerse cumplir. Pero también las leyes, los contratos y las cosas más legales dan lugar a actos de hecho, cuando una emergencia así lo demanda. Tengo el sagrado derecho de vivir en mi casa y de defenderla a como haya lugar. Si alguien llegara a querer prenderle fuego, a tiros la defendería de quien pretendiera hacerme ese daño. Pero cuando se está quemando la casa del vecino y hay peligro de que se quemen las de los otros vecinos, si la mía es la inmediata, los bomberos, sin pedirme permiso, entran y la destruyen y tengo que aceptarlo y soportarlo, como una medida salvadora de lo que más interesa en el momento.
Eso precisamente es lo que puede estar ocurriendo en República Dominicana. Y como el señor Diputado Tattenbach preguntaba ayer dónde estaba el peligro comunista, dónde se veía ese peligro, yo, contesto que el peligro está en la isla de Cuba, tan cerca de República Dominicana; y si es necesario, por desgracia, sacrificar la independencia o la absoluta libertad, o es necesario hollar el territorio de República Dominicana, para evitar que el resto del Continente se infeste del incendio que está quemando a la República de Cuba, yo bendigo a los bomberos que han lelgado a esa República a evitar ese incendio.
La actitud, sincera y clara, de quienes nos oponemos a esta clase de mociones, y de esta que es exclusivamente antiamericanista, no es cobardía, lo es de valor en el ambiente que priva alrededor de estas cosas. Los Estados Unidos tendrán que explicar muy bien al mundo lo que han hecho, pero condenarlos desde ahora es injusto y yo no lo hago de mi parte.
A las personas de leyes, -como modestamente es mi caso-, se nos hace el cargo de cerrar los ojos, o de querer cerrarlos, ante lo que los partidarios de esta moción consideran como la ruptura, la caída, el descalabro del Sistema Interamericano. No quiero pensar que los señores Diputados que por cualquier motivo sean adversarios de los Estados Unidos, puedan olvidar que fue ese país poderoso, ese coloso del Norte que tantos llaman, ese temerario poderío del Norte que algunos temen, el que más empeñó en su creación y el que con su concurso técnico y económico, y con el respaldo de su fuerza indiscutible como potencia mundial, ha hecho que el Sistema Americano haya podido subsistir, y aun que se pudiera crear. De manera que si ellos mismos, y precisamente porque son un país organizado, porque son un país de ley y de respeto, un país en donde se defiende la persona humana y se le da todo el campo de acción, porque es el país más libre del mundo, en donde se respetan todas las ideas que los hombres tengan de Dios, en cual se creé y se confía, y hay libertado para adorarlo; a ese país no le temo yo como invasor que venga a Hispanoamérica a hacer diablos de zacate, a conquistar terrenos para dejárselos bajo su bota y su dominio, como sí está ocurriéndole hoy a la tristemente recordada República de Cuba.
De manera que si hay una actitud que aclarar de aprte de los Estados Unidos, no creo que sean ellos quienes vayan a deshacer un sistema jurídico inteamericano, que tanto han contribuido, a construir, a mantener y defender.
No puedo votar la moción, y lamento que un estimable compañero de Asamblea, por cuanto así pensamos y así vamos a actuar, haya tenido la osadía de llamarnos entreguistas: entreguistas y negociantes con la Embajada Americana. Dichosamente mi pobreza y mi pequeñez no pueden dar lugar a pensar que pueda haber vinculación de negocios entre alguna embajada del mundo y este modesto ciudadano.
Y en cuanto al cargo de entreguista, que es tan duro como el de vendepatrias, para mi es una especie de adelanto de lo que puede ocurrir en Costa Rica si llegaren a prevalecer, por desgracia, los criterios socialistas, esos criterios que tanto se defienden desde esa extrema izquierda, en donde, por sólo el hecho de pensar distinto se nos llama vendepatrias y entreguistas.
¿No podría yo, si me tomara el derecho de juzgar, pensar que es entreguismo servir de cabeza de puente al comunismo para que, a través de ideas socialistas, se vaya ablandando el terreno de estos países que todavía tenemos la suerte de vivir bajo un régimen democrático? ¿No sería, también calificable de entreguismo el hecho de quienes piensan que las democracias tiene que ser inermes y ni siquiera en defensa propia deben levantar un dedo ni disparar un tiro, aun cuando las invaden fuerzas contrarias?
Esas actitudes podrían dar base para un calificativo de entreguismo hacia el otro lado; pero mi conciencia y mi respeto al criterio ajeno me inhiben hacerlo, y si lo he dicho esta tarde es solo para demostrar que no tienen base ni razón quienes nos juzgan tan dura, tan cruel y tan audazmente, porque no pensemos como ellos.
Señores Diputados: Deseo para Costa Rica, ahora y siempre, para la Costa Rica de mis hijos y mis nietos, una patria democrática, una patria libre, en dodne el hombre puedan pensar y decir como quiera; una patria que, como hoy, si es necesario, tenga el apoyo de un coloso del Norte, que entre otras cosas no impida a los diputados de Costa Rica, -que no quieren a los Estados Unidos porque quieren otra cosa-, gritar contra ese coloso del Norte cuanto les viene en gana, seguros de que nada les va a ocurrir por ese motivo. Y pienso en qué harían esos diputados, si estuviéramos bajo un régimen como el que priva en Cuba y quisieran hablar y gritar contra los chinos comunistas o contra los rusos comunistas.
Señores Diputados: Quiero para mi patria un país libre; no quiero a Costa Rica sometida en una zona de influencia como están los países del este de Europa. No quiero para Costa Rica una segunda Cuba. Y si por desgracia algún día, -Dios no permita que tal suceda-, tuviéramos aquí una infiltración comunista extranjera que venga a querer implantar su régimen, -porque debo advertir, que si el pueblo costarricense, por su gusto o por su interés, mayoritariamente quiere ser comunista, yo, que soy absolutamente anticomunista, me doblegaré ante la voluntad de ese pueblo y respetaré su decisión-, pero si son fuerzas extracontinentales o vienen por influencia de Cuba, o de otros de esos paísecitos cogidos por el comunismo, los que quieran implantarnos a la fuerza un régimen marxista-leninista, y si todavía hay marines que quieran venir a Costa Rica a salvarnos de esa peste, yo estaré al lado de esos marines y aplaudiré su acción; porque prefiero eso a la odiosa invasión comunista que liquida al hombre, que deshace la libertad, que sujeta a los pueblos para explotarlos y exprimirlos y en la cual, los que no piensan como los amos no tienen más esperanza que el paredón.
Ni entreguistas ni cobardes. Todos tenemos derechoa a adoptar una actitud; respeto las de todos los demás tanto como pido respeto para la mía.
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Conocida como es mi posición inquebrantable de oponerme a toda proposición que, como la que hoy discute la Asamblea, se sale abiertamente de los límites de su acci{on propia, invade un campo que no es el suyo y, sobre todo, ocupa las actividades de la Asamblea en asuntos que ningún resultado práctico van a dar, ni dentro ni fuera del país, mi actitud ha sido de silencio durante todos estos largos 22 días en que la Asamblea Legislativa, como si no tuviera otra cosa más útil que hacer, se ha dedicado a calcular, a leer cables y a hacer comentarios, que estarían muy bien en el campo particular de cada uno de nosotros, porque todos somos lilbres de gastar nuestro tiempo según nos plazca y de mantener criterios, buenos o malos, sobre las actuaciones que en resto del mundo suceden. Pero, aquí, sigue siendo una mala práctica, práctica inútil, como se ha hecho evidente, más que nunca, en esta oportunidad.
Han sido veintidós días de la Asamblea ocupados en discutir lo que pasa en República Dominicana, sin tener siquiera, un conocimiento claro de lo que allá ocurre, pues ni los que van ni los que vienen han podido establecerlo, ni los cables que llegan son suficientemente claros;: pero han dado oportunidad para que quienes se sienten en la moda latinoamericana, tan fácil y tan sabrosa, de hablar mal de los Estados Unidos, se hayan dado el gusto de hacerlo, y de hacerlo por todos los poros de su cuerpo y de su conciencia.
Por esos motivos, mi actitud fue simplemente la de limitarme a votar en forma negativa esta moción, así como la anterior y como cualesquiera otras que llegaren a presentarse en el mismo sentido, en cuanto tiendan a aprovecharse del momento para lanzar piedras contra el amigo, para olvidar los beneficios recibidos y para propiciar no sabemos que política en lo internacional.
Las cosas han llegado a un punto en que, más sobre ideas, la discusión ha degenerado al campo personal. Ya aquí, si no se está con la idea de los autores y de los voceros de la moción, se es un ser despreciable y digno de toda clase de insultos. Por ese motivo, creyendo que la Asamblea no debe perder tiempo en estas cosas, me veo, no obstante, obligado a hacer uso de la palabra para no aprobar con mi silencio lo que se ha dicho en ese sentido.
Soy respetuoso absolutamente, desde mi campo liberal, de todas las opiniones de los demás, cualesquiera sean esas opiniones y por más opuestas que estén a las que yo sustento. Por eso he oído, tranquilo y sereno, cuanto se ha expresado, me parezca bien o mal, en la esperanza de que esta discusión terminara y saliéramos de este "impasse" que tanto tiempo ha hecho perder a la Asamblea y tanto dinero al país. Pero no podemos callar cuando se nos insulta, cuando se nos ofende, cuando se nos trata de llevar a una picota, porque no queremos o no podemos pensar como, los que creen tener la razón.
Es necesario, entonces, fijar nuestra posición, porque no tengo paciencia suficiente como para soportar, según se dijo ayer, que por cobardía, por negocios inconfesables con las embajadas extranjeras, o por entreguismo, esté en la posición en que me encuentro, contra la moción que se discute.
El señor Diputado Tattenbach Yglesias, en su exposición de ayer, calificó de cobardes a quienes no pensamos como él en este asunto. Dijo que somos pusilánimes, que es lo mismo. Pusilánimes porque solo vemos peligro comunista en el problema de República Dominicana y no vemos otros problemas que él si ve: como que los Estados Unidos puedan llegar a ocupar, para su beneficio, la América Latina y, puesto que formamos parte de ella, como costarricenses debemos defendernos de ese peligro. Pienso, por el concepto sincero y profundo que tengo de los Estados Unidos que ese país no es capaz de la amenza que teme el señor Tattenbach. Creo que si ha tenido que hacer un acto de violencia, que nadie aplaude, en principio, cuando solo se piensa en los derechos de los pueblos libres, si todavía no se ha podido calificar a conciencia esa actuación, no es justo el cargo de cobardía que se nos hace. En estos momentos en que están de moda ciertas cosas en nuestros países, se necesita de más valor para decir, franca y claramente que se es amigo de los Estados Unidos que para decir que se es amigo de los países socialistas. Se necesita de más valor para decir que se cree en una democracia que tiene a veces, necesidad de actuar en la forma en que sus enemigos la obligan, que para decir, muy fácilmente, que no deben las democracias levantar la mano en defensa de sus derechos y de su propia existencia, porque entonces se está actuando tan mal como los paises socialistas, a los que se combate desde la democracia.
No acepto el cargo de pusilánime por cuanto pienso que no está la Asamblea Legislativa de Costa Rica en el derecho de entrar a calificar, juzgar y condenar a Estados Unidos, por su actuación en República Dominicana. Y no es que acepte y bendiga el que haya habido desembarco de marines de esa República. Como hombre de leyes respeto los pactos y creo que deben hacerse cumplir. Pero también las leyes, los contratos y las cosas más legales dan lugar a actos de hecho, cuando una emergencia así lo demanda. Tengo el sagrado derecho de vivir en mi casa y de defenderla a como haya lugar. Si alguien llegara a querer prenderle fuego, a tiros la defendería de quien pretendiera hacerme ese daño. Pero cuando se está quemando la casa del vecino y hay peligro de que se quemen las de los otros vecinos, si la mía es la inmediata, los bomberos, sin pedirme permiso, entran y la destruyen y tengo que aceptarlo y soportarlo, como una medida salvadora de lo que más interesa en el momento.
Eso precisamente es lo que puede estar ocurriendo en República Dominicana. Y como el señor Diputado Tattenbach preguntaba ayer dónde estaba el peligro comunista, dónde se veía ese peligro, yo, contesto que el peligro está en la isla de Cuba, tan cerca de República Dominicana; y si es necesario, por desgracia, sacrificar la independencia o la absoluta libertad, o es necesario hollar el territorio de República Dominicana, para evitar que el resto del Continente se infeste del incendio que está quemando a la República de Cuba, yo bendigo a los bomberos que han lelgado a esa República a evitar ese incendio.
La actitud, sincera y clara, de quienes nos oponemos a esta clase de mociones, y de esta que es exclusivamente antiamericanista, no es cobardía, lo es de valor en el ambiente que priva alrededor de estas cosas. Los Estados Unidos tendrán que explicar muy bien al mundo lo que han hecho, pero condenarlos desde ahora es injusto y yo no lo hago de mi parte.
A las personas de leyes, -como modestamente es mi caso-, se nos hace el cargo de cerrar los ojos, o de querer cerrarlos, ante lo que los partidarios de esta moción consideran como la ruptura, la caída, el descalabro del Sistema Interamericano. No quiero pensar que los señores Diputados que por cualquier motivo sean adversarios de los Estados Unidos, puedan olvidar que fue ese país poderoso, ese coloso del Norte que tantos llaman, ese temerario poderío del Norte que algunos temen, el que más empeñó en su creación y el que con su concurso técnico y económico, y con el respaldo de su fuerza indiscutible como potencia mundial, ha hecho que el Sistema Americano haya podido subsistir, y aun que se pudiera crear. De manera que si ellos mismos, y precisamente porque son un país organizado, porque son un país de ley y de respeto, un país en donde se defiende la persona humana y se le da todo el campo de acción, porque es el país más libre del mundo, en donde se respetan todas las ideas que los hombres tengan de Dios, en cual se creé y se confía, y hay libertado para adorarlo; a ese país no le temo yo como invasor que venga a Hispanoamérica a hacer diablos de zacate, a conquistar terrenos para dejárselos bajo su bota y su dominio, como sí está ocurriéndole hoy a la tristemente recordada República de Cuba.
De manera que si hay una actitud que aclarar de aprte de los Estados Unidos, no creo que sean ellos quienes vayan a deshacer un sistema jurídico inteamericano, que tanto han contribuido, a construir, a mantener y defender.
No puedo votar la moción, y lamento que un estimable compañero de Asamblea, por cuanto así pensamos y así vamos a actuar, haya tenido la osadía de llamarnos entreguistas: entreguistas y negociantes con la Embajada Americana. Dichosamente mi pobreza y mi pequeñez no pueden dar lugar a pensar que pueda haber vinculación de negocios entre alguna embajada del mundo y este modesto ciudadano.
Y en cuanto al cargo de entreguista, que es tan duro como el de vendepatrias, para mi es una especie de adelanto de lo que puede ocurrir en Costa Rica si llegaren a prevalecer, por desgracia, los criterios socialistas, esos criterios que tanto se defienden desde esa extrema izquierda, en donde, por sólo el hecho de pensar distinto se nos llama vendepatrias y entreguistas.
¿No podría yo, si me tomara el derecho de juzgar, pensar que es entreguismo servir de cabeza de puente al comunismo para que, a través de ideas socialistas, se vaya ablandando el terreno de estos países que todavía tenemos la suerte de vivir bajo un régimen democrático? ¿No sería, también calificable de entreguismo el hecho de quienes piensan que las democracias tiene que ser inermes y ni siquiera en defensa propia deben levantar un dedo ni disparar un tiro, aun cuando las invaden fuerzas contrarias?
Esas actitudes podrían dar base para un calificativo de entreguismo hacia el otro lado; pero mi conciencia y mi respeto al criterio ajeno me inhiben hacerlo, y si lo he dicho esta tarde es solo para demostrar que no tienen base ni razón quienes nos juzgan tan dura, tan cruel y tan audazmente, porque no pensemos como ellos.
Señores Diputados: Deseo para Costa Rica, ahora y siempre, para la Costa Rica de mis hijos y mis nietos, una patria democrática, una patria libre, en dodne el hombre puedan pensar y decir como quiera; una patria que, como hoy, si es necesario, tenga el apoyo de un coloso del Norte, que entre otras cosas no impida a los diputados de Costa Rica, -que no quieren a los Estados Unidos porque quieren otra cosa-, gritar contra ese coloso del Norte cuanto les viene en gana, seguros de que nada les va a ocurrir por ese motivo. Y pienso en qué harían esos diputados, si estuviéramos bajo un régimen como el que priva en Cuba y quisieran hablar y gritar contra los chinos comunistas o contra los rusos comunistas.
Señores Diputados: Quiero para mi patria un país libre; no quiero a Costa Rica sometida en una zona de influencia como están los países del este de Europa. No quiero para Costa Rica una segunda Cuba. Y si por desgracia algún día, -Dios no permita que tal suceda-, tuviéramos aquí una infiltración comunista extranjera que venga a querer implantar su régimen, -porque debo advertir, que si el pueblo costarricense, por su gusto o por su interés, mayoritariamente quiere ser comunista, yo, que soy absolutamente anticomunista, me doblegaré ante la voluntad de ese pueblo y respetaré su decisión-, pero si son fuerzas extracontinentales o vienen por influencia de Cuba, o de otros de esos paísecitos cogidos por el comunismo, los que quieran implantarnos a la fuerza un régimen marxista-leninista, y si todavía hay marines que quieran venir a Costa Rica a salvarnos de esa peste, yo estaré al lado de esos marines y aplaudiré su acción; porque prefiero eso a la odiosa invasión comunista que liquida al hombre, que deshace la libertad, que sujeta a los pueblos para explotarlos y exprimirlos y en la cual, los que no piensan como los amos no tienen más esperanza que el paredón.
Ni entreguistas ni cobardes. Todos tenemos derechoa a adoptar una actitud; respeto las de todos los demás tanto como pido respeto para la mía.
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