Desapego de la juventud a la democracia
Federico Ruiz W.
Politólogo
En reiteradas ocasiones le he escuchado al Presidente de la Asamblea Legislativa, don Francisco Antonio Pacheco, advertir que es un grave error pensar que una vez obtenida la democracia, esta permanecerá inalterada a través del tiempo. Cuanta razón lleva el diputado, ahora que vemos en Honduras un resquebrajamiento repentino de su Estado de Derecho democrático, producto de las actuaciones irresponsables de un presidente y un golpe de Estado injustificado en su contra.
La advertencia del diputado Pacheco no se queda ahí. También ha dicho que no podemos consolarnos los costarricenses, pensando que jamás podría darse un golpe de Estado, o la llegada de algún gobernante populista en nuestro país, dada nuestra “sólida y consolidada tradición democrática”. Si no nutrimos día con día los valores democráticos en cada uno de los habitantes de la nación, esa tradición de la que alardeamos se va erosionando de forma peligrosa.
Hace pocos días, fue presentado el estudio “Cultura de la Constitución en Costa Rica” elaborado por la Fundación Arias, IDEA Internacional y la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se da cuenta de un dato que debe despertar todas las alarmas: para el 19.2% de la población entre 18 y 29 años en algunas circunstancias un gobierno no democrático puede ser mejor, a uno que sí lo sea. Si a lo anterior se le suma que al 10% de dicho rango etario no le importa la opción de gobierno, tenemos que casi un tercio de la población joven del país muestra un desapego al sistema democrático.
Por ello, resulta prioritario concentrar esfuerzos para revertir esas cifras tan preocupantes, a través de medidas muy diversas y en distintos ámbitos. Por ejemplo, debe insistirse en una educación cívica que vaya mucho más allá de la simple memorización de algunos conceptos, como bien lo ha señalado el Presidente del Tribunal Supremo de Elecciones, don Luis Antonio Sobrado.
El aprecio y respeto por la democracia debe aprenderse también de forma vivencial, reforzando los gobiernos estudiantiles para que tengan alguna cuota verdadera de poder, o facilitando espacios de interacción en los colegios donde se potencie el diálogo y la negociación (utilizando herramientas como los modelos de la OEA o la ONU). Debe sensibilizarse a los profesores que generalizaciones tales como “todos los políticos son corruptos” o “los partidos políticos solo buscan el chorizo”, más bien empeoran la situación.
Instituciones como el Consejo Nacional de la Persona Joven, podrían diseñar programas que potencien los valores democráticos en espacios ya consolidados como las jornadas de voluntariado. El TSE podría facilitar la existencia de un consejo para las juventudes de los partidos políticos, donde se generen esfuerzos comunes de promoción de la democracia y la participación política.
Estas son algunas pocas propuestas para combatir el alejamiento de una parte importante de la juventud con la democracia. Debemos reforzar constantemente el sistema que tenemos, porque los acontecimientos internacionales de los últimos días y el estudio anteriormente señalado, nos dejan claro que no existe una vacuna permanente que nos libre de los males del autoritarismo.
La advertencia del diputado Pacheco no se queda ahí. También ha dicho que no podemos consolarnos los costarricenses, pensando que jamás podría darse un golpe de Estado, o la llegada de algún gobernante populista en nuestro país, dada nuestra “sólida y consolidada tradición democrática”. Si no nutrimos día con día los valores democráticos en cada uno de los habitantes de la nación, esa tradición de la que alardeamos se va erosionando de forma peligrosa.
Hace pocos días, fue presentado el estudio “Cultura de la Constitución en Costa Rica” elaborado por la Fundación Arias, IDEA Internacional y la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se da cuenta de un dato que debe despertar todas las alarmas: para el 19.2% de la población entre 18 y 29 años en algunas circunstancias un gobierno no democrático puede ser mejor, a uno que sí lo sea. Si a lo anterior se le suma que al 10% de dicho rango etario no le importa la opción de gobierno, tenemos que casi un tercio de la población joven del país muestra un desapego al sistema democrático.
Por ello, resulta prioritario concentrar esfuerzos para revertir esas cifras tan preocupantes, a través de medidas muy diversas y en distintos ámbitos. Por ejemplo, debe insistirse en una educación cívica que vaya mucho más allá de la simple memorización de algunos conceptos, como bien lo ha señalado el Presidente del Tribunal Supremo de Elecciones, don Luis Antonio Sobrado.
El aprecio y respeto por la democracia debe aprenderse también de forma vivencial, reforzando los gobiernos estudiantiles para que tengan alguna cuota verdadera de poder, o facilitando espacios de interacción en los colegios donde se potencie el diálogo y la negociación (utilizando herramientas como los modelos de la OEA o la ONU). Debe sensibilizarse a los profesores que generalizaciones tales como “todos los políticos son corruptos” o “los partidos políticos solo buscan el chorizo”, más bien empeoran la situación.
Instituciones como el Consejo Nacional de la Persona Joven, podrían diseñar programas que potencien los valores democráticos en espacios ya consolidados como las jornadas de voluntariado. El TSE podría facilitar la existencia de un consejo para las juventudes de los partidos políticos, donde se generen esfuerzos comunes de promoción de la democracia y la participación política.
Estas son algunas pocas propuestas para combatir el alejamiento de una parte importante de la juventud con la democracia. Debemos reforzar constantemente el sistema que tenemos, porque los acontecimientos internacionales de los últimos días y el estudio anteriormente señalado, nos dejan claro que no existe una vacuna permanente que nos libre de los males del autoritarismo.
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