martes, 5 de febrero de 2013

Pacto por Costa Rica

Federico Ruiz W. & Daniel Calvo S. / Politólogos
Coordinadores de la iniciativa "Pacto por Costa Rica"


El devenir del tiempo en política siempre es aleccionador.

Los años, lustros y décadas nunca pasan en vano, pero depende únicamente de nosotros no tropezar siempre con los mismos obstáculos.

En el pasado, varias veces hemos sido testigos de cómo importantes esfuerzos de diagnóstico y discusión de propuestas para devolverle funcionalidad al Estado no han podido superar el carácter efímero de lo mediático, y ante el desamparo e indolencia de la ciudadanía, la clase política no se ha sentido lo suficientemente presionada como para adoptar varias de las reformas planteadas, permitiéndoseles, como dice el adagio, seguir, una vez más, "pateando la bola hacia adelante".

Para no repetir errores del pasado, es necesario trascender la esfera estrictamente gubernamental y utilizar la coyuntura del debate de las propuestas del grupo de expertos o notables, para hacer una llamado a todos los sectores del país a que tomen posición sobre la construcción del Estado que necesitamos.
Lo anterior no implica que no se pueda disentir, pero sí que en caso hacerlo se deba plantear e impulsar por iniciativa propia otras reformas.

Es válido criticar siempre y cuando se aporten nuevos insumos al debate y se permita esa dinámica. Lo peor que pudiera pasar es convertir este esfuerzo en un debate eterno que nuevamente no llegue a soluciones concretas.

Por ello, bajo las condiciones de rechazar el inmovilismo y promover la discusión sería, orientada a la transformación del país, varias personas hemos decidido lanzar la iniciativa ciudadana para fortalacer la gobernabilidad democrática, denominada "Pacto por Costa Rica".

Este esfuerzo colectivo lo hemos decidido adoptar siguiendo la propuesta de uno de los notables: don Constantino Urcuyo.

El experto ha señalado que, si deseamos impulsar grandes cambios, debemos avanzar hacia la firma de un "Pacto por Costa Rica", por parte de los líderes políticos más reconocidos del país, en el que se comprometan en un plazo corto, a adoptar las reformas necesarias para mejorar la institucionalidad y gobernabilidad.

El Informes de los Notables debe servir como base para las reformas concretas, propiciando la negociación entre las diversas fuerzas políticas, debido a que los principios expuestos en él son los que dan sentido a un nuevo modelo de Estado.

En caso de que un consenso no fuera posible en un plazo corto, debemos exigir que por los menos se deje decidir a la mayoría sobre los cambios requeridos, sin recurrir a táctivas obstruccionistas.

Es imprescindible que tanto políticos como el resto de la sociedad, tengan un mínimo de confianza en que aquellos otros que sostienen posiciones distintas a las propias, lo hacen pensando, también, en lo mejor para el país.

Solo teniendo como punto de partida que los decisores actuán de buena fé, procurando el mejor modelo para Costa Rica, es que este proceso transformador podrá llevarse a cabo.

lunes, 4 de febrero de 2013

Aumento del número de diputados


Federico Ruiz W.
Politólogo

La primera gran bomba del informe de los Notables que trascendió fue la recomendación de ampliar el número de diputados de la Asamblea Legislativa. Como era de esperar en un país dominado por la demagogia y el pensamiento fácil, tal propuesta fue atacada de inmediato.

Los Notables, quienes insisten en que su modelo debe valorarse en conjunto, han dicho que algunas recomendaciones no deben aprobarse sin otras que las acompañan. Para el caso de más diputados, esta reforma debe ir junto con la carrera parlamentaria, un nuevo reglamento legislativo que facilite la discusión y aprobación de leyes, bajar el quórum para sesionar, etc. El objetivo de todo este paquete es permitir un funcionamiento adecuado del congreso, con un aumento de diputados que represente adecuadamente a la población.

La principal crítica que se le hace a la idea de aumentar los diputados es que si 57 no se ponen de acuerdo, menos lo harán 75, 81, 87 o cualquier otro número. Argumento pobre, triste y muy poco democrático.

Si el razonamiento de que más no van a hacer mejor el trabajo, entonces la respuesta sería que para que el Estado sea eficaz debe tener menos representantes populares en un órgano colegiado deliberativo. La conclusión lógica sería: entre menos, mejor. Ante tal criterio para la eficiencia, mejor suprimamos el parlamento del todo, y dejemos que las decisiones se tomen en un consejo de ministros. ¿Para qué tener representación de minorías que más bien estorban?

Alguien dirá que eso es profundamente antidemocrático, que las diversas fuerzas políticas deben estar representandas, que debe haber equilibrio y control, debe existir una oposición. Tendrían razón, por lo que entonces, empezando de cero, debemos concluir que se necesita un parlamento donde se vea reflejada la población y el criterio de "eficacia" no sea el que determine su existencia. ¿De qué tamaño debe ser ese parlamento?

Un aventurero dijo que debe ser de 7 diputados, uno por provincia. ¿Cuántos partidos quedarían representados en ese parlamento? ¿Suficientes? ¿Estaría bien que el diputado de San José represente a un millón de ciudadanos, mientras otras provincias solo decenas de miles? Pareciera que 7 es muy poco.

Entonces, lo mejor es no tocar las cosas y dejar 57 tal como está ahora. ¿Por qué esa cifra tan arbitraria? Porque en su momento era la proporción adecuada para tener un diputado por cada tanto número de habitantes, digamos unos 30 mil, como estaba dicho originalmente en nuestra Constitución Política.

¿Representan 57 diputados la conformación política actual de la sociedad costarricense? Ante la creciente complejidad de temas que ve la Asamblea Legislativa, ¿es ese número suficiente para un trabajo responsable? ¿Se considerará justo que para sacar un diputado por la provincia de San José baste conseguir el 6% de los votos, mientras que para sacar uno en Guanacaste se requiera conseguir el 35%? ¿Es eso democrático? ¿Por qué debo yo, ciudadano, verme cada vez más alejado de mi representante? ¿Por qué mi poder debe ser cada vez mas diluido entre la población? ¿Prefiero ser 1 entre 30 mil, o 1 entre 85 mil?

Confieso que soy egoista. Yo quiero estar debidamente representado por alguien, o algunos, con los que me sienta políticamente a gusto y relativamente cercano. Yo prefiero jugarme el chance siendo 1 entre 30, que no 1 entre 80. Yo quiero que esos representantes puedan concentrarse y especializarse en pocos temas. No me interesa gente que esté al mismo tiempo en la comisión de hacendarios, reformas electorales, municipalidades, seguridad, juventud, la plena segunda, la comisión investigadora para determinar quién impidió la búsqueda del tesoro de la isla del Coco y además el plenario, porque eso es charlatanería. Además, prefiero que más gente de las más diversas corrientes políticas tengan más oportunidad de representar a la nación.

¡Ah, pero cuanto cuesta ese aumento!, dice aquel que sabe el precio de todo, más no el valor de nada. Yo le diría dos cosas: ¡Claro que costará más caro! La correcta representación democrática no es gratis. Lo segundo, por favor no sea tan pesetero, ni tampoco sea tan chimado. Duplicar o hasta triplicar el número de diputados no trastornará la economía nacional.

El aumento de los diputados es una reforma necesaria, y debe impulsarse se aprueben o no otras. Mi tesis es volver a lo que nuestra Constitución estableció orginalmente: 1 diputado por cada 30 mil habitantes. Hagan ustedes la matemática. Caso contrario, me gusta el planteamiento de don Constantino Urcuyo: definamos qué tipo de diputados queremos, qué representarán (población, territorio, ambos), y luego vemos cuál es el número apropiado. Para mí 87 son muy pocos.