viernes, 27 de mayo de 2011

Esquizofrenia legislativa

Federico Ruiz W.
Politólogo


Es una vergüenza nacional que la Asamblea Legislativa tenga casi año y medio sin elegir un Magistrado para la Sala Constitucional. Que no se escuchen protestas diarias por todos los sectores del país, ante semejante barbaridad, da muestras claras que el tema no les resulta propio, con todo y que esa es la institución que les responde los recursos para la protección de sus derechos fundamentales.


La responsabilidad, sin embargo, recae exclusivamente en el parlamento, el cual haciendo gala, una vez más, de sus inoperantes procedimientos, no logra ponerse de acuerdo para tomar una decisión. En este caso en particular, me parece que la raíz del problema está en la posición cuasi-esquizoide de los distintos grupos parlamentarios al tratar de disimular una evidente decisión político-ideológica, en ciertos supuestos de imparcialidad política.


Hay dos cosas que deben quedar clarísimas:


1. La Asamblea Legislativa es el órgano más político de todos y sus decisiones son ante todo políticas.

2. La escogencia de un Magistrado es una decisión política más, donde influyen factores tremendamente ideológicos, que no pueden y no deben ser negados.


Sin embargo, desde que se inventó esa nefasta "Comisión de Nombramientos" y los supuestos procedimientos técnicos para calificar candidatos a diversos puestos, la Asamblea intenta por arte de magia, abstraerse de tomar una decisión política y más aún, renegar de los intereses ideológicos que en dicha decisión subsisten.


Los partidos tienen pánico de anunciar cuál es su candidato, pues eso inmediatamente lo "quemaría" frente a los otros grupos parlamentarios, quienes a su vez gritarán en un nuevo acto de surrealismo: "¡están politizando estos nombramientos!".


Por su parte, algunos de los valientes candidatos que se someten al escrutinio de dicha comisión, temen asumir posiciones públicamente sobre su forma de ver el mundo, para no "perder puntos" con algunas bancadas, quedando como candidatos sosos, que no aportan algo sustantivo sobre la forma en la que creen que deberían conducirse las decisiones jurídicas del país. Para ganar votos, más vale ser ralito en las posiciones, quedarse en generalidades lo más amplias posibles...


Eso por supuesto es lo que gusta a los diputados que defienden este sistema de la "no politización", de la decisión política.


Ya quisiera ver una fracción que se amarre los pantalones y diga con toda claridad: "vamos a ir a buscar a esta persona, porque tiene estas cualidades y porque defiende estas posiciones, que creemos son las mejores para el tipo de Estado que queremos".


Eso es lo que hacen los países desarrollados. Véase por ejemplo España o los Estados Unidos donde todo mundo sabe cuáles magistrados son conservadores y cuáles son liberales (o progresistas). Ahí nadie está engañado, todos saben las posiciones de los jueces y, especialmente los congresistas, no elaboran mecanismos exóticos para disimular, o disfrazar lo que debería ser una elección transparente en cuanto al fondo.


No quisiera abundar en más argumentos, pues para eso dejo este artículo de don Francisco Antonio Pacheco que tiene más de 10 años de escrito y que si lo publicaran hoy otra vez, tendría el mismo valor. En una década no hemos aprendido, que estos experimentos de auto-engaño, no sirven.


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http://wvw.nacion.com/ln_ee/2001/marzo/05/opinion3.html


Por quien valga la pena



• El país de la discontinuidad elige magistrado


Francisco Antonio Pacheco

La falta de memoria colectiva que se vive en el país se plasma en la aversión a toda forma de continuidad política. La gente se opone a la reelección de los diputados, los diputados se oponen a la reelección presidencial, y a algunos les disgusta la reelección de las magistradas independientes, pues actúan al margen de las fuerzas políticas que ellos representan. En fin, nos encanta que la creación ex nihilo se produzca cada cuatro años y, si se puede, pues antes. Pero, esto, claro está, tiene su precio.


Pensaba en estas cosas, a raíz de la noticia de que la Asamblea Legislativa decidió encargarle a una comisión el escogimiento de los candidatos a magistrado. De nada vale que don Alberto Cañas haya explicado por años, dentro y fuera de la Asamblea Legislativa, los peligros gravísimos que comporta la puesta en marcha de esa idea; de nada valen los artículos que se han escrito sobre el tema; la experiencia nacional, los discursos, las discusiones, en fin... va de nuevo.


Caro desatino. Es una pena –el país lo paga caro– que no haya un sistema bien concebido de reelección de diputados. Si en esta Asamblea Legislativa estuvieran aún (para desgracia suya) algunos diputados del período anterior, no se hubiera dado ese desatino de introducir una comisión para filtrar los candidatos a magistrado. Muy posiblemente se habría aplicado, otra vez, el sistema que se empleó para elegir al magistrado Van Der Laat; es decir, el más digno de todos los posibles: ir a buscarlo a la casa, porque tenía gran capacidad para desempeñar el cargo, y convencerlo de que aceptara la magistratura. Este caso, por cierto, prácticamente nunca se menciona, a pesar de haber sido el último y de constituir un ejemplo claro de lo que puede y debe hacerse.


Yo no sé hasta cuándo vamos a seguir viviendo de ficciones y de subterfugios, pero a quienes tuvimos la experiencia de vivir en el pasado elecciones de magistrados, y de defensor de los habitantes, no se nos puede seducir con esas ficciones de comités encargados de filtrar candidatos y que permiten ocultar –y en algunos casos burlar– la responsabilidad clara y directa de las fracciones parlamentarias y de los partidos.


Proceso vano. Puede ser que la gente lo ignore, pero la licenciada Sandra Piszk estaba elegida como defensora, antes, durante y después de las entrevistas a los candidatos al puesto; más aún, cuando ni siquiera se habían inscrito como tales. Ella era casi la única persona bien informada que tenía dudas del resultado. Y, por cierto, fue una magnífica elección, como lo han probado los hechos, efectuada sin la participación efectiva de una comisión, que no tuvo otro efecto que salvaguardar las formas. Pero, reconozcámoslo, todo el proceso fue vano. Corre la versión de que ya se sabe, y desde hace bastante tiempo, quién la sustituirá. En todo caso, le importará más a los miembros de la comisión lo que opinen otras fuerzas políticas, que a las fuerzas políticas, lo que opine la comisión.


La participación de la Comisión de Nombramientos en la elección de magistrados solo puede tener efectos negativos. En primer lugar, está por probarse que el sistema vigente hasta ahora, directo, sin instancias intermedias, resulte perjudicial. Tenemos excelentes magistrados independientes de las fuerzas políticas –como la magistrada Calzada–, y son producto de este sistema. En segundo lugar, nada permite pensar que el escrutinio previo que realizará la Comisión de Nombramientos elimine la posibilidad de que surja la politización, en el peor sentido del término. ¿No resulta más fácil efectuar manejos en un grupito que dentro del ámbito general de las fracciones o del Plemario? Esto, sin señalar, de paso, que no toda politización es inconveniente. No lo es aquella que ocurre con toda claridad y se liga a razones ideológicas y no al deseo de manejar a la gente.


Pero hay más problemas que señalar. En tercer lugar, el nuevo procedimiento impide que se busquen candidatos a magistrado fuera de la nómina de quienes presenten su nombre. ¿Y qué haríamos si todos los que presentan su nombre son malos? En cuarto lugar, ya no será posible ir a buscar a alguien de primera, para ofrecerle una candidatura respaldada por un número importante de diputados –ojalá mayoritario– y convencerlo de que acepte el cargo. Y, finalmente, nada impide que, en el futuro, el elegido esté escogido antes de iniciarse el proceso y que las discusiones y la opinión de las fracciones y del Plenario se escamoteen, gracias a la maniobra hábil de algún político nefasto.


Ordalía inconducente. El sistema que comenzará a funcionar ahora es excluyente. Quien más vale es quien más tiene que perder al someterse a esa especie de ordalía insulsa e inconducente a que somete la Asamblea a los candidatos a ciertos cargos. Es muy difícil que los mejores accedan a pasar por ella. Al contrario, un buen número de ellos, tal vez todos, se abstendrán de acercarse siquiera a la Asamblea Legislativa.


Quedan algunas preguntas por contestar: ¿Qué fundamento constitucional tiene la nueva aplicación de este procedimiento? ¿Qué pasa si el Plenario se aparta de la recomendación de la Comisión de Nombramientos? ¿Pierden los diputados la iniciativa de proponer candidatos diferentes y de votar por ellos? En un gesto excesivo de mi parte, me atrevo a pedirles a los diputados que asuman su responsabilidad plena y directa en estos asuntos y que no la deleguen en ningún grupo, por selecto que sea hoy. Voten por quien valga la pena. Porque mañana...

lunes, 2 de mayo de 2011

Correcta elección del 1 de mayo

Federico Ruiz W.
Politólogo

Lo sucedido el 1 de mayo en la Asamblea Legislativa solo puede describirse como un monumental "berrinche". Una crisis provocada sin ningún sentido y sin ninguna necesidad. Algo tan simple como emitir un voto secreto, contarlo y esperar a ver quién obtenía la mayoría, resultó algo demasiado complicado para muchos.

Soy de la opinión que la sesión transcurrió jurídicamente como corresponde. Si dejamos de lado el circo, el escándalo y los insultos, el proceder de la Presidenta en ejercicio del Congreso, la diputada Saborío, fue correcta.

Basta nada más revisar lo que dice el artículo 201 del Reglamento de Orden y Disciplina de la Asamblea Legislativa, para darnos cuenta que este se siguió al pie de la letra:

"Artículo 201. Procedimiento

Toda elección deberá hacerse por papeletas que contengan los nombres y apellidos de los respectivos candidatos, las cuales no serán firmadas por los votantes. La Secretaría, antes de proceder al escrutinio contará el número de papeletas para verificar si éste coincide con el número de votantes. Hecho el escrutinio por el Directorio, la Secretaría anunciará a la Asamblea su resultado, y el Presidente expresará quién o quiénes han sido elegidos. Para que haya elección se necesita la mayoría absoluta de los votos presentes. El voto del diputado que dejare de elegir o que se retirare cuando se estuviere verificando la elección, se sumará en favor de quien hubiere obtenido el mayor número de votos; pero si resultare empate en la votación y si repetida ésta, diere el mismo resultado, entonces la suerte decidirá a qué personas se adjudican los votos de los que se ausentaren o hubieren dejado de elegir."

La elección para Presidente del Directorio inició con el quórum debido. Se llamó a los diputados a retirar las papeltas, escribieran el nombre del diputado de su preferencia y la depositaran en una urna. Este artículo, al señalar que las papeletas no deben ir firmadas por los votantes, indica que la votación es secreta. Ahí queda resuelto el primer misterio sobre si el acto debe ser o no secreto.

Se critica a la diputada Saborío que sumo 30 votos ausentes a los 26 votos que recibió el diputado Luis Gerardo Villanueva. Nuevamente la Presidenta actuó apegada a la ley, pues el artículo 201 señala que si un diputado se retire cuando se estuviere verificando la elección, ese voto se sumará a la mayoría.

Ahora bien, se dice también que al haber salido 30 diputados en medio de la votación, hay una roptura del quórum y por lo tanto la elección no es válida. Discrepo de tal interpretación por lo siguiente:

1. Como lo indica el artículo 40 del Reglamento, las votaciones son un acto ininterrumpido, por lo que una vez que se inicie una votación, por nada del mundo se puede suspender esta. Ni siquiera por un supuesto rompimiento de quórum.

2. ¿Por qué supuesto rompimiento cuando fue evidente? Porque aun si quien preside en ese momento sabe que no hay la cantidad de personas requeridas para sesionar, este debe hacer un acto formal para llamar a los diputados a que ingresen nuevamente al recinto (artículo 34 del Reglamento) y si transcurridos 15 minutos no se reestablece, se pasa lista para verificar quiénes se encuentran en el salón de sesiones.

Sumando la primera razón, con la segunda, es claro que una votación no se puede suspender por nada del mundo, ni siquiera por motivos de quórum, dado que el acto de votar es absolutamente ininterrumpido.

Por tanto, como la votación empezó con el quórum de ley y fue en el transcurso de esta que un número de diputados abandonó el salón de sesiones, y como es imposible suspender la votación para verificar el quórum, este se debe dar por existente. Además, dado que estamos ante el caso de una elección, debe aplicarse la disposición del Reglamento en su artículo 201, el cual señala que los votos de los diputados que se retiren al momento de una votación se sumarán a quien obtenga la mayoría.

Dicho todo lo anterior, la elección del diputado Villanueva como Presidente es legítima y legal según las disposiciones reglamentarias.

Los alegatos de la oposición al decir que don Luis Gerardo resultó electo solo por 26 votos es culpa exclusivamente de la oposición, pues ellos teniendo mayoría (30 votos), se retiraron del salón de sesiones. La pregunta es simple: si tenían efectivamente mayoría de 30 votos, ¿por qué oponerse al voto secreto y retirarse sin votar?

Si tan consolidados están los 30 diputados, la forma de votar es lo que menos debería preocuparles. Pero la realidad es que no confían en su proyecto, ni en ellos mismos. Clara señal de que esa coalición es fracasará con el tiempo, y que es absolutamente inconveniente para el país.

Ahora bien, una cosa es el deber ser de la norma y otra cosa la realidad. La oposición al retirarse, armar escándalos e impedir que la sesión de instalación del Directorio se realizara con normalidad, mete a la Asamblea en una situación no contemplada en ningúna parte. Si además agregamos que el diputado Villanueva renunció a su elección, el panorama se complica más para poder elegir al Directorio para esta legislatura.

El problema en realidad no debería ser tan difícil de solucionar. Los diputados vuelven, votan de forma secreta por quien quieran, se cuentan los votos y fin de la historia. Sin embargo, dos situaciones se mantienen:

En primer lugar la negativa de la oposición de votar en forma secreta. No me explico cómo es moralmente defendible que se coaccione de diversas formas a los diputados para que voten de forma determinada. ¿Cuándo dejó el voto secreto de ser el más democrático de los medios para elegir? El cuento de los lapiceros con tintas distintas, asesores vigilantes atrás y cambio de curules para que un diputado "marque" a quien tiene a la par, no es democrático. Parece ser olvidan que los diputados, más que representar posiciones partidistas, lo son por la nación, tal como lo indica nuestra Constitución. De ahí que no pueden verse sometidos a presiones para forzarles el voto de una u otra forma.

Aquí deben negociar políticamente las partes, para definir el mecanismo de votación. Sin embargo, este debe ser democrático y asegurar que un diputado emita libremente su voto, sin verse sometido a presiones.

La segunda situación refiere a quién preside la sesión, en vista de que aparentemente no hay nadie. Podrán darse muchas interpretaciones, y yo doy la propia.

Luis Gerardo Villanueva fue elegido ayer Presidente de la Asamblea y aunque en principio él renunció a dicha elección, esa renuncia la debe conocer el órgano que lo eligió (o sea el Plenario). Como este no se ha reunido, la renuncia no se ha conocido y por tanto no se debe tener como efectiva. Por lo menos mientras se resuelve la crisis.

Sin embargo, esto es políticamente inviable. La oposición no volverá a sesionar mientras Villanueva esté y tendrá que buscarse otra solución, aunque dudo que haya forma que esto se resuelva en la Asamblea. Habrá que ver las salidas imaginativas que salgan.